Batalla Bananas
Batalla Bananas
Don Filemón Coles decidió vacacionar con su familia en un lujosísimo hotel con playa, arrecifes y tiburones. Al arribar al centro turístico, los Coles fueron recibidos por un jovenzuelo vestido de maraquero:
- Están ustedes en la antesala del paraíso - les dijo al tiempo que les pasaba a una especie de galería, llena de armarios estrafalarios.
- Aquí no necesitarán sus propias ropas; pongan el equipaje en el ropero que tiene la inicial “H”.
Bastante azorados, los Coles depositaron sus velices en tal armario.
- Ahora les mostraré el vestidor - prosiguió el maraquero -Cada noche pasarán a esta habitación y recogerán el atuendo correspondiente a cada actividad del día. Mañana tendremos “batalla bananas”; una sirena se encargará de despertarlos, cualquier retraso acarreará un castigo.
Don Filemón y familia pensaron que el maraquero bromeaba. Al llegar a la habitación vieron que se trataba de una enorme estancia vacía; su guía oprimió un botón y saltaron camitas de formas caprichosas: un delfín, una concha, dos corales, una ballena enorme y un pulpo.
Las familias numerosas deben permanecer en la misma habitación - dijo el maraquero- para no perder su unión.
Los Coles se asombraron, pero con buena fe pensaron en divertirse, por la novedad. Don Filemón y su señora se recostaron en los corales, llenos de agua salada, por supuesto; las niñas se hundieron en la ballena, toda de hule espuma, y los chicos se repartieron en el delfín y el pulpo. Aunque parezca increíble, durmieron como troncos.
A las 5 de la mañana, los despertó un toque de sirena; sobresaltados y temblando creyeron que se trataba de un naufragio y se pusieron los chalecos salvavidas.
Salieron sin bañarse y se unieron a una comitiva carnavalesca. El maraquero los regañó por parecer cansados y les ordenó ponerse un traje de apache; los vacacionistas fueron conducidos a la playa, donde se les obligó a guerrear con arcos y flechas. Después, el maraquero y otros diez alfeñiques los condujeron al mar. A las 6 y media fueron sacados del agua salada… para ser rociados con agua dulce, lanzada por mangueras de alta presión; posteriormente, los pasaron a un secador de aire caliente. Una vez en el comedor, escucharon por los altoparlantes una voz que anunciaba el menú: jugo de caguama, ensalada de perejil con escamas de pejelagarto, hot cakes de langosta y leche de ballena. Después de esta colación, los huéspedes fueron llevados al “Grenier”, enorme estancia cuyo piso estaba tapizado de granos de maíz.
- ¡Hagan ejercicio! - gritaba el maraquero - ¡El que recoja más granos, gana un esturión!
Los vacacionistas pusieron manos a la obra; unos hincados, otros de pie, los flacos se doblaban elásticamente, los gordos y los reumáticos se recostaban para recoger sus maicitos.
A las 9 de la mañana del día siguiente, el maraquero, vestido con un traje de almirante y su cauda de alfeñiques, subieron a los vacacionistas en un velero de nombre “Sorpresa”. En altamar la tripulación arrojó a los pasajeros (de sorpresa) al océano:
- ¡Nadarán un kilómetro! ¡Sigan el velero! Los que resistan tendrán un ojo de tiburón y una foto con la hija del gobernador.
Ya en la playa del hotel, se les volvió a manguerear; a las señoras les dieron atuendos de mariposas y a los caballeros, de murciélagos.
-En este hotel nadie duerme siesta - anunció el maraquero, vestido de avispón - deben trepar el palo ensebado y a las cinco: ¡clavados!
A las ocho se les comunicó que un regimiento de tarántulas había invadido el salón de juegos. Se prometió un día gratis y cena incluida con champaña al huésped que cazara una tarántula.
Tres días después don Filemón ardía en cólera; su esposa estaba enferma y los chicos parecían espectros. Se enfrentó decididamente al maraquero:
-¡Prepare mi cuenta! ¡nos vamos!
- Imposible, señor, no pueden irse.
- ¿Quién lo impide?
- El reglamento internacional.
- ¡Al cuerno el reglamento! ¡Deme la cuenta y mis pasajes de avión!
- Lo siento señor, pero todo es un paquete y los paquetes no se rompen.
Don Filemón saco una ametralladora y roció el piso:
- ¡Felipe, hijo, libera a todos los huéspedes! Yo te cubro. No dé un paso, maraquero porque le desaparezco el hotel.
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