Finanzas, sueños y café

 




Finanzas, sueños y… café


Cuentan que en Arabia, ciertas cabras que estaban pastando, se alejaron más de lo habitual. Se echaron a descansar en un lugar donde había pequeñas frutas tiradas y comenzaron a comerlas y, al cabo de unos minutos, saltaban como locas, reían (sí, reían), jugaban unas con otras… Y es que lo que habían comido eran granos de café.
Tal cual nos ponemos los humanos cuando ingerimos varias tazas del líquido… cuando es auténtico, claro. En algunos establecimientos es tan bueno, que los parroquianos parecen enajenados. Es en esos sitios donde se gestan los más descabellados negocios. En un famoso café, el dueño hizo colocar el siguiente anuncio:
Aquí nada de tratos, ni charlas financieras, ni conferencias, ni cátedras.
Mi amigo Pedro me relataba que siempre que asiste a su café favorito, ve que en la mesa contigua  se reúnen seis señores. Después de la tercera taza de un oscurísimo exprés, se convierten en verdaderas locomotoras, con resoplidos y todo. Lanzan gritos de carácter negociable. Cada uno aporta el sueño con el que piensa conquistar el mundo.
Elpidio, en un cartapacio color armadillo del sur, lleva toda una colección de programas de funciones arcaicas, representadas en teatros como El Principal, El Lírico y El Colón. Viste una capa verduzca por el uso y bufanda a la conde Danilo. Con gran orgullo muestra sus programas y afirma que pronto le darán el papel de embajador en La Viuda Alegre.
Don Renato tiene una caja de terciopelo vino, con monedas de cuño antiguo. Afirma poseer tlacos y el primer peso que ganó Don Porfirio. 
- Pronto tendré mi propia Casa de Moneda - dice - y se llamará Miradas que cobran.
Rufino cuenta que colecciona firmas famosas y cobra por mostrarlas. 
Camaleón - no se sabe por qué lo llaman así - tiene billetes de lotería antiguos. Muestra uno amarillento y dice que es el que compró el primer iluso. También colecciona cerillos; tiene el auténtico que uso Nerón para incendiar Roma. No vende nada; solo enseña y cobra cien pesos por mirada. Los miopes pagan doscientos, por tardados.

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