La importancia de llamarse honrado

 






La importancia de llamarse honrado


Antonio Tinoco camina lentamente sumido en sus habituales reflexiones, como la de hallar una cartera bien provista y sin ninguna identificación, tropezar con un paquete como los que ha visto en las películas, con muchos billetes. O bien, toparse con algún amigo de la infancia que haya hecho fortuna y lo ponga al frente de algún negocio. La lotería no entra en sus planes quiméricos; piensa que solo un tonto puede esperar que, entre miles de números, salga premiado precisamente el suyo.
Pero su sueño más preciado es el de heredar. Claro que resulta un poco difícil, porque no cuenta con abuelos, ni tíos acaudalados.
Sin embargo, no pierde la esperanza: “Hay parientes desconocidos que brotan de la nada, y por el más insignificante detalle, dejan cuantiosa herencia al menos indicado”.
Las grandes caminatas soñadoras de Antonio le han traído beneficios, como por ejemplo, una salud a toda prueba (solo camina por calles arboladas y grandes parques), vasto conocimiento de colonias, nula necesidad de automóvil y... algunos callos.
Bueno, pero ¿de qué vive? – se preguntarán. Interpreta sueños y lee la mano a todas las amistades de su mamá. Antonio es soltero, claro está, y a sus 38 años no piensa aún en casarse. Hace poco tiempo, estaba hablando por teléfono en una caseta y, al irse, una señora lo detuvo para decirle:
-Se le olvida su portafolios, señor. Antonio estuvo a punto de decirle que no era suyo, pero reaccionó recordando sus fantasías y lo tomó. Al llegar a su casa, se encerró en su habitación y lo abrió, es decir, lo forzó, pues estaba cerrado con lleve. Su estupor no tuvo límites: Allí, delante de sus ojos y alineados, se encontraban los fajos de billetes más gordos que jamás hubiera visto.
Antonio no durmió esa noche, se levantaba a cada momento a contemplar los billetes. Al final, se decidió a revisar todo el portafolios y encontró nombre y dirección. Sufrió un desvanecimiento. “¡Qué mala suerte!”, Pensó cuando se recobró. “Tengo que devolverlo. No podría con esta carga de conciencia”
Al día siguiente, se dirigió al domicilio. Lo pasaron y cuando vio al dueño del portafolios, éste lo abrió y se le desorbitaron los ojos. Sacó un billete de cincuenta pesos y le dijo: “Tome usted, cómprese 3 metros de cuerda y ahórquese”.
Antonio estuvo en cama un mes. Las palabras de ese malagradecido lo enfermaron.
Cierto día, sentado en la banca de un parque, vio una cartera tirada, pero recordando su penoso incidente, no la recogió. Una niña se le acercó y le dijo:
-Se le cayó la cartera, señor.
-No es mía, pequeña.
De regreso a su casa compró varios comestibles, pero al momento de pagar, no pudo encontrar su cartera. “¡Caramba!! Sí era mía”.
Las aventuras de Antonio han sido innumerables; la más sorprendente ocurrió cuando recibió una carta certificada, en la que le hacían saber que doña Lucecita Lucerna lo nombraba heredero universal.
Hasta la fecha, Antonio no sabe quién fue esa bondadosa dama. No hay duda de que la fe mueve montañas y que, a veces, los ilusos obtienen lo deseado, ¿o habrá sido en compensación a su honradez?

Comments

Popular Posts