La última compra que pasé contigo
La última compra que pasé contigo
Amparito Villaseca asombró a sus amistades y parientes cuando les comunicó que tenía un trabajo tan bueno, tan bueno... que muy pronto se iba a independizar abriendo su propio negocio. Para todos fue inexplicable cómo Amparito, con 65 años a cuestas, tuviera un trabajo y que además pensara convertirse en empresaria.
Leonora, su mejor amiga, la visitó para cerciorarse del milagro. Amparito lucía 10 años más joven; su cabello tenía tonalidades doradas, en sus ojos brillaba una envidiable chispa juguetona.
- Qué bueno que viniste, Leonora. Quiero que sepas que soy otra mujer. No pienses que enloquecí y que sufro desdoblamiento de personalidad. Tan solo adquirí otra perspectiva de la vida y de... la muerte. Amparo Villaseca, la vieja, ha muerto ¡Viva la nueva! Ahora deseo que reúnas a todas tus amigas y que me invites.
- Adelántame algo – pide Leonora - ¡Me tienes en ascuas! ¡Qué cambio! Si hasta pareces artista del celuloide...
- Nos veremos en tu casa el próximo sábado... No, mejor el viernes, que es el día de Venus.
- ¿Tiene que ver tu carrera con el amor?
- ¡Claro! ¡Todo en esta vida tiene algo que ver con el amor! Hasta cuando nos pagan. Mi esposo nunca me había mirado tan amorosamente como cuando le mostré mi primer cheque.
- ¡Me asombras! ¿A tu edad?
- ¿¡Qué tiene mi edad? Querer es poder.
- Es viernes venusino en casa de Leonora Sarto. Hay gran animación. Veinte señoras, educadas, cultas y elegantes hacen gala de su ingenio. La entrada de Amparito es saludada... no con cañonazos, pero sí con aplausos. Parece que el trabajo del que hace alarde Amparito, las ha transformado a todas.
El clamor del grupo es unánime:
- ¡Que cuente!
- No se exalten tanto – dice Amparito mientras se quita muy monamente un guante.
- ¡Pero cómo que no! – salta Ruth Rul – si basta con ver tu cara; eres toda esplendor.
- Te envidio – tercia Analisa Krupy – con tus años y volver a reverdecer...
- ¿Conque el día de Venus, pillina?
Amparito se levanta y, con mirada soñadora, dice:
-Mi nuevo trabajo... sí... efectivamente tiene que ver con el amor (gritos y aullidos). Pero con el amor a la tierra (silencio). ¡Sí, sí! No se asombren; el amor a la tierra es inconmensurable... Verán, trato con mucha gente y le infundo el cariño hacia la tierra. Cuando se percatan de lo importante que es... todos me compran. Ya tengo dos automóviles y adquirí un condominio para mi vejez, en San Miguel... Quiero que todas ustedes se contagien de este amor a la madre tierra y compren. Tengo de todos precios y para todos los gustos. Les mostraré un catálogo a todo color.
Amparito despliega sus cartones, planos y catálogos. La animación del grupo decae. Hay miradas interrogantes.
- Pero ¿qué clase de tierras vendes? Veo que son de muy reducidas dimensiones – dice Leonora.
- Eso no importa – contesta rápida Amparito – las hay también de 3 metros; pero no le veo el caso, qué más da.
Julieta Subirús se levanta horrorizada, exclamando:
- ¡Son terrenos de panteón! Yo me voy; aun estoy viva y no deseo saber nada de este asunto.
- Pues claro que vendo terrenos La última compra, lo que no obsta para que me sienta realizada y feliz. A ver, Leonora, ¿cuál escoges tú? Este te lo siembran completamente de tulipanes negros; aquel con aves del paraíso; ese grande, con siemprevivas. El de la izquierda, con inmortales ¡Ah! Y los del centro con “de aquí a la eternidad”.
Excuso decirles que la reunión se disolvió en un santiamén. Amparito recogió sus planos y catálogos diciendo:
- ¡Bah! ¡Pusilánimes y tacañas! No podré hacer mi viaje en crucero este mes...
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