Tiempo compartido

 




Tiempo compartido


Enrique Sutín está hecho unas pascuas; le notificaron que ha ganado un premio para dos personas “Magnífico”, piensa, “mi novia y yo lo recibiremos”.
Enrique y su prometida se dirigen al lugar indicado; es en el piso 22 de un atrevido edificio. Digo atrevido porque está cimentado como si fuera un trompo. Da la impresión de que va a caer o a girar.
Al llegar al piso 22, el ascensor del edificio, quién sabe por qué razones de física, los saca arrebatadamente, como quien sale de un embudo. El piso del despacho se mueve gelatinosamente. La iluminación corre a cargo de extrañas lámparas con forma de plantas carnívoras.
- Vine por el premio para dos personas – dice Enrique – Soy el afortunado.
Una señorita vestida de marciana, los envía con la licenciada Donalí. Los novios entran a otra oficina, jocosamente tomados de la mano (cuando se está contento, hasta las manos ríen).
- Licenciada Donalí, somos los ganadores de...
- Sí, ya lo sé. Son los ganadores del premio Tiempo compartido en la isla Solita.
- ¿Y eso qué significa?
-Que todo el año, usted y su esposa podrán disfrutar de la isla. Firme estas 15 copias y le daré los remos del bote que gracias al esfuerzo de ambos, los llevará a un paradisíaco destino. En la Isla Solita ustedes encontrarán todo para subsistir... sin pagar un centavo. Además, los fines de semana se organizan grandes vacanales.
-¡Vacanales!
-Sí, todo el mundo puede torear vacas y no tienen que pagar mantenimiento. El mar se encarga de todo. Y usted y su esposa vivirán un sueño cavernícola.
-Creo que no podemos aceptar el premio – dice la novia.
-¿Qué no aceptan el premio? ¡Si es obligatorio!
-Sucede que esta señorita es mi prometida – dice Enrique.
-¿Cree usted que con esta cara de felicidad, podríamos estar casados?
-Pues ustedes ven cómo le hacen. Repito que este premio es obligatorio. Vayan a casarse y regresen pronto. Usted señorita, tiene el deber de hacer que este novio suyo no rechace el Tiempo compartido.
-Nosotros compartimos tanto el tiempo – dice Enrique – que ya hasta Cronos nos mandó una nota de consumo.
-Entérese, licenciada Dalila o Danila o como se llame – tercia la novia – que esta felicidad de estar prometida, ni usted, ni el tiempo compartido en la isla solita me la van a echar a perder con ningún casorio. ¡No, señor! Esto va para largo. ¡Guarde su premio para un buen matrimonio!


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