El gasto
El gasto En la época de las abuelas -la de ustedes y la mía- el gasto cotidiano era como un ritual. El esposo, todo un señorón, al momento de darlo (que siempre era el último), sacaba pomposamente el billete o los billetes, según la ocasión, y tras de mil recomendaciones, lo depositaba sobre el buró. Por supuesto que el buró de su lado, para que la esposa hiciera el esfuerzo de rodear la cama y tomarlo. Vamos, que le costara un poco de trabajo ya que él tan generosamente lo daba. Don Manolo Durón, tal como lo indica su apellido, era durísimo en lo que respecta al gasto. Desde la noche sufría mareaos con solo pensar que tendría que abrir la cartera. Su esposa conocía este malestar y, para no interrumpirlo, se retiraba al saloncito y hacía como que remendaba calcetines. El señor Durón, dando resoplidos, contaba los billetes, los colocaba en su mesita nocturna y, ya en pijama, los volvía guardar en la cartera pensando “mañana se lo doy”. Esto lo hacía con la esperanza de que durante la...